En el mundo occidental, la mayor aspiración de los sistemas políticos es tener una democracia funcional. A lo largo de los últimos milenios, la democracia que tuvo su origen en la Antigua Grecia ha ido evolucionando, adaptándose a cada país y consiguiendo valores conjuntos que se han mantenido de manera transversal, como la igualdad ante la ley de cada uno de sus ciudadanos, el ejercicio de la soberanía a través del sufragio y el respeto a los derechos humanos.
Nada de eso es posible sin que haya una institucionalidad clara, amparada en un sistema con poderes públicos independientes, equilibrados, separados y funcionales. Entonces, ¿por qué los poderes públicos son el pilar central de la institucionalidad en una sociedad?
Separación de poderes
Ya son poco comunes, en el mundo, los regímenes que se vuelven dictatoriales o que llegan al poder a raíz de un tradicional golpe de estado con militares deponiendo al presidente de turno. Los autoritarismos surgen con una mayor frecuencia a raíz de elecciones, con líderes populistas que se alzan con el poder y justamente su objetivo principal es anular la separación de poderes para así tener una institucionalidad completa a su favor.
El poder ejecutivo es un poder político partidista y no independiente, así como el legislativo, dentro de su pluralidad. Aunque el poder judicial suele ser nombrado por el legislativo, se requieren grandes consensos para eso, por lo que suele haber acuerdo en que los jueces nombrados deben ser lo suficientemente independientes como para tener el consenso de al menos 2/3 del parlamento. Pero esto se puede subvertir.
Existen muchos casos en países latinoamericanos, europeos y asiáticos donde los políticos desde el poder ejecutivo cooptaron el judicial, logrando la designación de jueces totalmente abyectos a su poder. Eso los hace controlar incluso la interpretación de la constitución y las leyes.
Sin contrapesos no hay democracia
El poder de un jefe de Estado o de Gobierno necesita de contrapesos para que pueda ser efectivo en una democracia. Cualquier decisión al margen de la ley que el poder ejecutivo tome, debe ser detenida por un poder judicial que actúe en estricto apego a sus funciones. A raíz de eso, es posible entender cómo estos contrapesos evitan los excesos y las derivas autoritarias. Para eso están los poderes públicos.
Cuando estos contrapesos se subvierten, la democracia queda muy malherida y comienza su proceso de extinción, hasta la consolidación de una dictadura, donde seguramente habrá poderes públicos de forma nominal, pero en la práctica todos estarán controlados desde el poder ejecutivo.
Para recuperar la democracia en los países donde ya no existe, se suele necesitar voluntad política desde quien ostenta el poder en reconstruir los poderes públicos necesarios para su sobrevivencia, con la debida independencia y rectitud.